En el trabajo anterior en
este mismo espacio hablaba en torno a las posibles distinciones que
caracterizan los trabajos recepcionales, así como de lo que un profesor debe
tener presente cuando procura la enseñanza de la investigación en ciencias
sociales y a propósito de los métodos que buscan conquistar el objeto de
estudio.
Pues bien, en esta
ocasión vuelvo al punto para compartir algunas inquietudes, en esta ocasión
relacionadas específicamente sobre las modalidades de titulación que algunas
instituciones de educación superior promueven entre sus estudiantes y
egresados.
Se supone que una opción
de titulación, en el marco de protocolos instituionales, le permiten al
estudiante alcanzar el objetivo de legitimar su disciplina y campo profesional.
En el caso de las licenciaturas, podemos hablar de tesis, tesinas, monografías,
incluso reportes de experiencia profesional, memorias o prácticas
profesionales. Pues bien, en el caso de la Universidad Veracruzana como en
muchas otras instituciones, existen opciones de titulación como las aquí
relacionadas, pero parece que en la práctica y debido a factores como el diseño
curricular, la falta de articulación académica o trabajo docente, no se logra
dimensionar la naturaleza de las pesquisas conceptuales, metodológicas,
empíricas que caracterizan o vertebran una u otra modalidad.
Por eso no es de extrañar
que haya quienes pidan al estudiante desarrollar no sólo los mismos puntos que
pueden compartir los protocolos que dan pie a esas investigaciones, sino además
el mismo nivel de profundidad a que obligan cada uno de ellos; aun sabiéndose
que persiguen metas distintas, por lo tanto el proceso de sistematización de
información documental, de posicionamientos disciplinario y reflexivo es
distinto.
Así, se llega al examen
profesional para enfrentarse a jurado que quiere encontrar en una monografía un
ejercicio conceptual y reflexivo igual que en una tesis o tesina; siendo que
son productos distintos. Por supuesto que la ausencia de debate, de discusión,
de reflexión y gestión académica alrededor de estas modalidades, coloca en una
posición vulnerable el estudiante, quien después de una travesía por mares
tormentosos ante la ausencia de una directirz adecuada, tiene que angustiarse
frente a los deslices teóricos metodológicos que caracterizan estos papelones docentes.
A esto se suma cierto
lugar común relacionado con pensar que si un tema “ya se ha investigado antes
en la facultad”, no tiene sentido que alguien vuelve a preocuparse por indagar
en ello, como si los matices, los ángulos tanto como el vértigo en la
producción de conocimientos que vivimos hoy día, no coloque en el horizonte de
lo razonable, seguir sistematizando información sobre un tema que, si ocupa
interés en el imaginario de los jóvenes tras aquellos que ya lo han indagado,
es de suyo importantre, pues sigue alimentando y enriqueciendo el espacio
conceptual que caracteriza a los campos de conocimientos. A esta circunstancia,
se suma la perspectiva desde dónde el estudiante puede construir su relato. No
debemos olvidar que los propios investigadores y teóricos que admiramos,
cultivan líneas de investigación, donde una y otra vez vuelven sobre los mismos
temas.
Después de todo, valdría
la pena ganar en la mesura, lo razonable y académico como para entender que una
monografía es la oportunidad para que el jóven tenga la única oportunidad en la
que podrá reflexionar sobre el ángulo de un objeto de conocimiento que alimenta
su campo disciplinario, pues lo más probable es que en su vida lo vuelve a
hacer, en virtud de que un trabajo monográfico esta relacionado con la revisión
puntual y ordenada de aquella literatura que da cuenta del tema de interés, por
lo tanto podrá esta el joven en los umbrales de conocer mejor algo que le
inquieta. Esta dada la apuesta, lo que sigue es que el profesor que lo acompa,
haga su tarea.
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