jueves, 3 de diciembre de 2009

De nuevos sujetos y escenarios educativos


Genaro Aguirre Aguilar


Como si hubiera sido ayer, en estos días he tenido ocasión de recordar uno de los momentos más reveladores que tuvimos la oportunidad de conocer quienes coordinamos una investigación encaminada a definir los mecanismos para impulsar la reforma educativa que hoy sigue en proceso de consolidación en una reconocida institución educativa de la conurbación. Y si bastante simple puede resultar tal hallazgo, no por ello menos significativo en estos tiempos cuando buena parte de la «transformación» que -se dice- vive el sistema educativo en nuestro país, tiene relación con el reconocimiento a las inteligencias, a la diversidad, a la pluralidad y el llamado a un «diálogo de saberes»: los docentes no comprenden a los jóvenes de hoy. Sí, efectivamente, en los grupos focales que tuvimos ocasión de implementar, fue revelador escuchar el reconocimiento que hacían los académicos sobre su «dificultad» para comprender a las nuevas generaciones de estudiantes.

Profesores y profesionistas con larga trayectoria docente y estudios de posgrado, se dejaban llevar por la honestidad y la generosidad de se produjo en ese espacio dialógico, para aceptar que era urgente el diseño de estrategias de formación no sólo centradas en el desarrollo de competencias o para la actualización de conocimientos pedagógicos y disciplinarios, sino también encaminadas a la adquisición de saberes y sensibilidades como para comprender o reconocer a las nuevas juventudes. Su premisa era especialmente interesante: siendo parte de mundos distintos, entenderse con sus estudiantes era «obligado», pues la brecha generacional terminaba por impedir o inhibir la constitución de un escenario educativo que le significará a los jóvenes, tanto como a ellos, sus profesores.

En estos días, cuando en los ámbitos educativos a todos los niveles se presumen modelos educativos innovadores, se definen políticas o estrategias para transformar los lenguajes, concepciones y con ello las prácticas educativas, los agentes docentes seguimos montados sobre las mismas viejas certezas; muchos siguen queriendo entender los «nuevos escenarios» planteándose las mismas preguntas; continúan confiando en una retórica, sin alcanzar a visualizar que la congruencia entre el decir y el hacer son fundamentales en el tejido relacional entre profesores y estudiantes. Con otras palabras seguimos confiados de ser proveedores «del» conocimiento, pero lo peor, que detentamos y legitimamos «la verdad».

Con otras palabras diríamos, si queremos darle sentido pero también anclar en las prácticas cotidianas las «metáforas» del constructivismo, del pensamiento complejo o lo transdisciplinario, perspectivas que estarían en el corazón epistemológico y heurístico de las realidades educativas que queremos construir, debemos asumir como principio la necesidad de cambiar nuestra forma de pensar, pero también de actuar frente a quienes tendríamos que reconocer como interlocutores significativos en, de y para lo educativo: los estudiantes. No obstante, posibilitar esto, obliga a pasar por una suerte de «ruptura cosmogónica» para la que muchos académicos no sólo no están listos o aptos, tampoco tienen la actitud ni el deseo de vivirlo; por ello decir que cambiamos para seguir siendo los mismos, no es más que uno de los lugares comunes por donde pasa buena parte de las «ganas» para transformar la educación.

Sin ser un conocedor, entendemos que ante un nuevo modelo educativo, deviene una pedagogía distinta tanto como un «nuevo razonamiento» para dimensionar otras «fórmulas» para redefinir la gestión académica, pues si como lo dicen los autores que suelen ser referentes para innovar lo educativo, es razonable la configuración de escenarios dialógicos que respondan a la dimensión sociocultural de la enseñanza, misma que debiera pasar por el reconocimiento de lo que hoy es el mundo, y no de lo que fue ayer. Pero como en alguna ocasión escuchara decir a un colega, parece que en algunos académicos la caída del Muro de Berlín no les significó nada, ni siquiera ante la imperante necesidad que los campos científicos tuvieron de replantearse conceptualmente el mundo.

En fin, que si seguimos hablando desde las mismas convenciones académicas o retóricas, lo único reproducible son lugares comunes convenientemente modelados desde el «nosotros mismos»; es decir, los profesores, los adultos, los padres de familia, como siempre, seguimos creyendo en el poder de la palabra, de la contundencia axiomática, casi siempre desprovista de lo cotidiano y real. Es decir, si por lo menos en los últimos veinte años hemos sido testigos y partícipes del debate en torno al cuestionamiento de la racionalidad desde donde el mundo solía explicarse en las ciencias sociales, parece el gran pendiente sigue siendo la congruencia de muchos de aquellos que conformamos el mundo académico.

Si desde siempre los desencuentros generacionales han estado latentes en casa y en los espacios educativos, nunca como ahora resulta preocupante, lamentable, acaso ¿triste?, escuchar a colegas cuestionar, criticar, señalar, estigmatizar a los estudiantes con argumentos propios de un pensamiento mas ingenuo que reflexivo; tan cuestionable como escuchar o ver a algunas autoridades hacer lecturas equivocadas de un escenario que siguen pensando y nombrando de la misma forma como cuando -siendo jóvenes-, sus adultos (en cualquiera de sus perfiles) preferían «desconocerlos» en lugar de «reconocerlos». Pero lo que resulta más lamentable es que estemos próximos a cumplir la primera década del S. XXI y sigamos «montados» en un tipo de razonamiento decimonónico, cuando somos sujetos sociales históricos y socioculturalmente determinados desde el presente, con cualidades para construir otro tipo de escenarios.

Promovamos –entonces- la congruencia y la responsabilidad para aceptarnos como sujetos constituidos y constituyentes de los nuevos escenarios por donde pasa el aprendizaje dialógico así como la definición de escenarios plurales, diversos; confiemos en que otro mundo puede ser posible.

martes, 1 de diciembre de 2009

MUCHAS GRACIAS

Estimad@s:
Pues lo deseable es que nos encontráramos en el café. Allí estuvimos una hora pero entiendo que se pudieron ir al futbol. No se preocupen.
Sólo quiero comentarles que este espacio seguirá abierto para dialogar, sólo que en virtud de haber terminado el curso, le daremos un giro para dialogar académicamente junto a otros colegas y compañeros.
Una brazo a cada uno
Genaro