Un trabajo recepcional puede llegar a
representar la síntesis del conocimiento disciplinario que posee un estudiante
o egresado de un programa de formación académica, donde igual se puede revelar
una suerte de aventura o vía crucis, dependiendo de los saberes y habilidades
que el interesado haya logrado desarrollar en sus años de formación
universitaria.
En este contexto,
corresponde al profesorado en su conjunto, pero sobre todo a quienes impartimos
experiencias educativas o materias relacionadas con la metodología, favorecer
un aprendizaje en torno a tópicos que suelen ser áridos si reconocemos la
distancia que suelen tomar los estudiantes frente a su educación con relación a
los métodos de investigación, en el caso particular, de las Ciencias Sociales.
Dicho esto, la enseñanza
o la didáctica de la investigación, debe abonar en el entendimiento y
distinción de los criterios que definen en su estructura como en su contenido,
los elementos y el tipo de información que debe contener un trabajo recepcional
en cualquier de sus modalidad. Esto es, tesis, tesinas, monografías, reportes
de experiencia profesional o memorias profesionales, tienen su propia naturaleza
por ende un circunstancial tipo de abordaje que debe tener presente o claro quien
imparte una asignatura cuya evidencia de aprendizaje es la elaboración de un
protocolo o proyecto de investigación hasta el trabajo recepcional final.
Al respecto, es oportuno
recordar que la enseñanza debe situarse, por lo tanto, la generación de un
espacio de aprendizaje debe pasar por reconocer el contexto como la etapa de
formación por la que pasan los estudiantes; para ello, no basta con atender lo
que dicen los manuales de metodología, sino dimensionar lo que representa un
trabajo de esta naturaleza, desde aquello relacionado al propio proceso de
gestación de un proyecto o protocolo de investigación, como la madurez en la
construcción de un objeto de estudio que se va ganando conforme se dialoga con
el problema o fenómeno de investigación desde un espacio conceptual
disciplinario, junto aquel otro espacio producto de la vivencia empírica que se
va adquiriendo en el diálogo constante con la realidad problematizada.
Por ello, desde hace
algunos años he venido diciendo en mis clases que en un protocolo no se puede
pedir en “automático” un marco teórico, cuando se está en la etapa de
definición de un protocolo; mucho menos cuando se trata de un estudiante de
licenciatura que está a la mitad de su formación disciplinaria, pues considero
no es pertinente en virtud del estado de conocimiento que ampara al estudiante.
Lo que creo razonable y oportuno, es solicitar un ejercicio que permita ganar
en la claridad y dominio conceptual al joven, quien por supuesto se debe dar a
la tarea de revisar en la literatura especializada aquello que le permita
elaborar un entramado conceptual para sentar las bases del aparato crítico
desde el cual observará el problema o el tema a investigar.
Otro aspecto que me
parece oportuno comentar antes de terminar estas breves reflexiones, es que se
debe evitar caer en el error de hacer “tabla raza” de los criterios que deben
integrar un protocolo de investigación, especialmente al solicitar al
estudiante defina un elemento que estructura y es constituyente de un trabajo
con una orientación metodológica particular como es la “Hipótesis”, pues sabido
es que este es un recurso válido para los trabajos de corte cuantitativo, por
lo tanto si un estudiante tiene como inquietud realizar una investigación desde
lo fenomenológico, es poco razonable obligarle o solicitar se plantee una
respuesta tentativa, pues no podemos olvidar que la concepción de la realidad,
la manera de procurar el conocer, así como el papel que juega la teoría en el
trabajo cualitativo, hay una gran diferencia frente al método positivista.
En fin, hay muchas más
cosas que deben contribuir a encontrar la distinción entre las etapas como la
naturaleza de los trabajos recepcionales, en la siguiente entrega
buscaremos aportar más a la reflexión.
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