miércoles, 25 de mayo de 2011

Cine y policromía en El Jardín del Eden

Una cierta lectura a la obra del Raciel

Genaro Aguirre Aguilar

Cuando de oídas supe había el interés por parte de Raciel Martínez para que fuera uno de los presentadores de su libro más reciente, como suele ocurrir entre amigos, dije que sí, para que posteriormente a través de un medio poco convencional para estos casos como es el facebook, le confirmara a una amiga común mi disposición para ser parte de un evento especialmente significativo para quienes gustamos de la lectura y, sobre todo, el cine.

Más tarde sería a través del correo electrónico cuando recibiría correspondencia firmada por el Director General del Área de Humanidades, doctor Miguel Ángel Casillas, quien me invitaba a ser uno de los presentadores del libro: Multiculturalismo, cine mexicano e identidad. Los desafíos primordializantes del Jardín del Edén. Casi inmediatamente y por la misma vía, el autor me hacía saber que la obra era parte de la colección de textos de la biblioteca digital universitaria que edita el área de humanidades de la Universidad Veracruzana; por lo tanto lo podía descargar desde ese sitio.

Así las cosas, a través de una gestión que quizá hace 10 años era impensable, estábamos en el camino para ser uno de los presentadores (por lo tanto lectores) de una obra electrónica (un e-book dirían algunos), cuyo reto es desmontar un texto cinematográfico para analizarlo a la luz de uno de los debates más apremiantes, significativos, intensos que al mismo autor le llevan a asegurar que “por lo novedoso” sigue siendo una experiencia donde la bifurcación sobre su episteme complejiza y tensa la discusión.

Para ello, se acerca al cine desde algunas de sus faceta, para poder encontrar a través de la cinta El Jardín del Edén (de María Novaro, 1994), no sólo los goznes sino también un punto de inflexión razonable, en medio de tantas formas (pero casi siempre fragmentadas) de desmontar un texto. Y es que no podía ser de otra forma, si el interés de Raciel Martínez era acercarse a las formas de representación, a los imaginarios colectivos, a las narrativas, las doxas culturales o los sistemas hegemónicos de dominación que pueden llegar a reconocerse en el discurso fílmico, es porque asegura es una forma pertinente para analizar para, desde estas variables y referentes discursivos, acercarse a la configuración de un subtexto que puede reconocerse en una de las película emblemáticas del entonces conocido como Nuevo cine mexicano: El Jardín del Edén.

Las razones, el propio autor nos las da:

El jardín del Edén es una cinta que permite comprender la crisis del imaginario colectivo mexicano, porque se sitúa en un periodo de tránsito entre un poder estatal hegemónico revolucionario homogéneo y un Estado afincado en el neoliberalismo que balcaniza las identidades. Se trata entonces de observar la evolución y/o transformación de un imaginario colectivo dominante.

Analizar la construcción de los imaginarios nacionales provistos por el cine mexicano no es una apuesta menor, pues si bien se sabe a lo largo de nuestra historia los llamados medios masivos de información han fungido como agentes de mediación social, ha correspondido especialmente al cine ser la agencia que mayormente ha acompañado el aprendizaje identitario, ideológico y político que hemos vivido los mexicanos herededos del proyecto emanado de revolución como del “modernista” que supuso el cambio de estafeta militar por el político civil. Con otras palabras el autor diría que somos producto de un acto inventor que biologizó las diferencia, misma que feron sedimentandoce a tal grado que es posible seguir pensando en una comunidad imaginada producto de contradictorios procesos que hacen piel y sangre cual experiencia esencialista que se erige en diferencias naturalizadas, socialmente hablando, pero narrativas que se reproducen en los discursos del nuevo como del viejo cine maxicano. Y esto lo plantea Raciel Martínez, quien nos recuerda que:

Existe una herencia impregnada en el particular modo de representación fílmica; es decir, el discurso fílmico del NCM no surge por generación espontánea, sino que sus manifestaciones se corresponden con una serie de competencias en la memoria cinematográfica local, nacional, regional y universalmente hablando.

No por en el marco de la investigación realizada, asume convencido con el cine es un espacio con las cualidades para revelar un crisol de culturas, ese vehículo a través del cual también se expresan la voces de la alternancia, narrativas que desde las periferias suelen cuestionar los convencionalismos nacionales, locales; textos, imágenes, discursos que igual perviven en medio de la hegemonia imperante en la industria. Es el cine entonces una trama articulada por personajes, historias, voces como resonancia de una sociedad que allí también se piensa, encuentra cabida, se recrea por lo tanto las cintas del nuevo cine mexicano también recogen las maneras de pensar la organización social, a partir de la producción de imágenes propias de esa diversidad visual que posibilidad sus recursos gramaticales.

Tenemos entonces que si los medios son agencias de referencia para vivir aprendizajes posibles, tenemos también que el cine “por tanto, un espacio de conocimiento; es cognición, es un proceso mental íntimamente vinculado a la sociedad.” A partir de aquí, también un “espacio de expresión de minorías o de reflejo cultural de las mismas, en donde vale la pena analizar cómo llegan hasta allí y cómo se confeccionan las versiones y los discursos de la Otredad –inclusive, cómo se construyen desde la hegemonía.”

He aquí entonces que El Jardín del Edén desde la mirada de quien se ha formado en el terreno de la comunicación, pero que ha hecho de la crítica de cine una pasión personal, para también encontrar en la academia la oportunidad par dar constitución a una mirada mas bien fenomenológica, convierte a esta cinta en una ocasión territorio de aprendizaje si reconocemos su búsqueda lo ha llevado a configurar un modelo de análisis heurístico transdisciplinar para poder tender puentes, trazar caminos, diseñar itinerarios teórico/ metodológicos para poder acercarse al análisis del componente multicultural que asume es posible descubrir en la cinta de la Novaro.

No por menos conforme avanzaba en la lectura, tras un instante de ceguera intelectual producto del abrumador ejercicio teórico y reflexivo que realiza en las primeras páginas nuestro apreciable Raciel Martínez, fue despertando en mí una única certeza: el libro que hoy nos convoca, puede llegar a ser mayor que la propia película de referencia. Por cierto, aprovecho la ocasión para plantear el aprendizaje que también ha representado para mí presentar un libro que por primera vez me llevó a leer frente a la computadora, algo nada fácil si como románticos seguimos asumiendo el sonido del pasar hojas es clave en la experiencia lectora (sin descontar el café, el cigarrín o el whisky, dependiendo de los habitos que se tengan en la mesedora o recostado en cama junto a quien se quiere); por otra parte, aprendizaje porque en aras de no imprimir para responder razonablemente a un proyeco editorial universitario digital que se ubica igual en una politica de sustentabilidad, tuve que reorganizar mi tiempos. Gracias amigo por todo lo aprendido.

Tenemos entonces, que el libro digital Multiculturalismo, cine mexicano e identidad. Los desafíos primordializantes del Jardín de El Edén es un libro que revela pasiones, querencias, oficios; historias, anhelos, trayectorias; de alli que sea una experiencia de aprendizaje, si bien no para todo público, si para quienes han incorporado al cine como recurso, dispositivo, materia prima para hacer de él un lugar con propiedades para entender el mundo, la sociedad, al hombre, sus sueños como sus demonios. No por menos, si por Raciel Martinez se deja guiar el lector, puede cruzar los umbrales del lugar común para que -en medio de un sacudimiento de algunos de nuestros convencionalismos cinéfilos- entender porque argumenta a favor de un ejercicio interpretativo donde dialoguen la comunicación, la antropología, la historia, la sociología; donde categorías como multiculturalidad, identidad, estado, nación, identidad, cultura, globalización, hegemonía conformen los cimientos de un edificio teórico y conceptual que –cual rollo de pelicula vieja- mientras se desenreda va construyen un pensum analitico que gran envergadura. Para ello es importante señalar ese dialogo de quien oficio la palabra y el pensamiento, con autores tan disímiles como: Van-dijk, Ricour, Eco, pues desde el estructuralismo a la historiografía moderna para alcanzar el puerto semiótico, en el marco de esta tesis doctoral, su autor no se abandona ni deja para despues una mirada conciliadora y holística; por lo mismo –de vez envez- da voz a otros autores, apunta incidentalmente hacia un terreno hermenéutico que hace gozoso pero no menos complejo el constructo del que se vale para analizar apenas una película.

Después de una travesía por aguas tempestuosas, que bien puede significar un el naufragio por parte de algunos lectores, llegamos al puerto convenido, ese en el cual se develará el análisis, donde descendemos para asumir una mirada que puede ir de lo admirativo a una interrogante como: ¿ha valido la pena? La respuesta cada lector la debe buscar. A Raciel Martínez le correponde asegurarnos que:

Como parte de esa asignatura pendiente de los estudios multiculturalistas, analizaremos la condición multicultural mexicana, transversalizada en un discurso audiovisual como es la película El jardín del Edén. Su importancia estriba en que refleja la movilidad y visibilización de las minorías culturales, aún no del todo hegemonizadas por los agentes históricos institucionaliza de México cada vez más en franca crisis.. (2010: p. 195)

Es decir, si el cine en tanto narrador histórico–como dice Martínez- que suele favorecer una cosmogonía audiovisual, le permite a la directora María Novaro proponer “un mosaico identitario” en donde encuentran cabida la etnia mixteca, los migrantes que persiguen el sueño americano hasta los chicanos; esos otros mexicanos que siguen recreando los elementos simbólicos de una cultura que fue, todos ellos personajes que también e corresponden con su tiempo, tanto desde el punto de vista del estado que guardaba el cine mexicano en aquel momento, tanto como el propio proyecto de país que se pensó pero fue desdibujándose bien pronto a la llegada del primer presidente de oposición. Algo que también puede ser un implícito en los testimonios de la propia directora que acompañan la última parte del capítulo analítico (su cosmovisiones como ser humano y hacedora de historias fílmicas se dejan escuchar), quien como muchos de nosotros también se pregunta por qué seguimos siendo una sociedad que añora el pasado, que prefiere el cine de la época de oro antes que el contemporáneo. Es decir, tensiones y contradicciones de una realidad que naufraga entre el dilema del pasado y esa modernidad desde la que queremos pensar y vivir el presente.

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