martes, 23 de marzo de 2010

EL TEMA DE LA SEMANA

La experiencia de un congreso de transdisciplinariedad

Genaro Aguirre Aguilar

Tras algunos días de silencio, creo lo más conveniente es mencionar las razones de esta toma de distancia, y esta no es otra que haber estado preparando nuestra participación el primer Congreso Internacional de Transdisciplinariedad convocado por la facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Autónoma de Baja California, al que titularon Repensar el conocimiento y las ciencias en la Era de la Complejidad.

Evento en que se presentaran más de 200 ponencias y cuyos autores fueron académicos e investigadores venimos de Chile, Puerto Rico, España, Estados Unidos, Colombia, Venezuela, cuba y México, permitió la ocasión de reconocer incertidumbres, inquietudes como expectativas frente a una suerte de giro en el quehacer investigativo contemporáneo, mismo que parece ha obligado a repensar la ciencia en todos sus centros disciplinarios para apostar por puentes que conduzcan a un diálogo incluyente, respetuoso y entendido del valor que representa la suma de todos los saberes posibles para poder atender las demandas de un mundo complejo.

Como era de imaginar, allí estábamos muchos, que no necesariamente todos aquellos que venimos apostando por formas de comprensión distinta; experiencias y trayectorias diferentes que mostraron como riqueza más dudas que certezas sobre lo que puede ser una perspectiva de abordaje que entiende la pertinencia de reconocer la complejidad de los objetos de estudio, por ende la necesidad de una diálogo de frontera entre diversas disciplinas, como cosmovisiones y cosmogonías otras.

Y si bien es cierto, animados por la posibilidad de tender puentes para escuchar, conocer y tratar de esbozar un mapa en torno a las formas en que se concibe la complejidad, la transdisciplinariedad y el diálogo de saberes entre distintos campos de conocimiento, la fortuna fue reconocer que aún se está en ciernes, pues por momentos –desde nuestro entender- algunas ponencias presentadas estaban más cercanas a lo inter o multidisciplinario, por la forma en que construían sus problemas o articulaban sus reflexiones en torno a un tópico analizado, que la transdisciplina.

Al parecer, las aptitudes fueron una constante, como también la búsqueda de un sujeto observador suficientemente razonable como para entender la pertinencia de una ruptura epistemológica que conduzca no sólo a entendimientos distintos, sino también a nuevas sensibilidades desde el propio oficio que representa ser académico tanto como ser humano. Hablamos de oficio para redimensionar la condición de subjetividad humana que debe caracterizar nuestro trabajo en el aula tanto como frente a los problemas de investigación que solemos plantearnos. Es decir, no sólo pensarnos sino también reconocernos como seres humanos incompletos, por lo tanto con la necesidad de asimilar como razonable dejar de seguir confiando en las certezas para montarnos en la duda común desde un pensamiento que ha alcanzado una grado de formación pero no necesariamente de maduración para enfrentar los dilemas de las sociedades y problemas de hoy.

Por ello fue interesante reconocer como necesidad seguir tendiendo puentes, seguir construyendo caminos dialógicos, donde se procure el fortalecimiento de los oficios disciplinarios desde una mirada fenomenológica; en la que se redefinan las identidades académicas disciplinadas pero en cuyo corazón epistemológico esté lo generoso como -para reconocer- la necesidad de acompañar esos aprendizajes por donde deben conducirse las racionalidades académicas desde sus mismidad; en el entendido que para transformar los imaginarios (ese lugar donde pervive y habitan las representaciones, concepciones y dispositivos para relacionarnos con el mundo), ha tardado –por lo menos- un par de siglos en constituirse, por lo que es imposible pretender que se modifique con un «pase mágico».

Es decir, frente a los planteamientos de la ciencia contemporánea, el pensamiento complejo y la transdisciplina, hay un camino largo por recorrer, pues en un congreso donde se convocó a especialistas para que disertaran y dialogaran con participantes o ponentes, se llegó a asomar un pensamiento en estado virginal, propio de quienes se han formado en un campo disciplinario que se vio sorprendido por un mundo que se transformó y modificó los relatos que explicaban lo que fue pero que nunca volverá a ser. Por ello no es de extrañar y menos de sorprender que las certezas disciplinarias sigan prevaleciendo, pero sobre todo se erijan fronteras cognitivas como para seguir apegados a los mismos métodos, a las mismas metodologías y la misma logística técnica. De tal suerte que este nuevo estadio en el pensar y hacer investigativo o docente, seguirá generando bandazos. No nos preocupemos, así son las trayectorias, lo que sí es cierto es que todos los que nos dedicamos a la academia por lo menos debemos estar atentos a los nuevos vientos del pensamiento científico contemporáneo. Especialmente aquellos cuyo mundo y objetos de estudio están relacionados con lo social.

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