viernes, 28 de septiembre de 2012

De un trabajo monográfico a una Tesis



En el trabajo anterior en este mismo espacio hablaba en torno a las posibles distinciones que caracterizan los trabajos recepcionales, así como de lo que un profesor debe tener presente cuando procura la enseñanza de la investigación en ciencias sociales y a propósito de los métodos que buscan conquistar el objeto de estudio.
Pues bien, en esta ocasión vuelvo al punto para compartir algunas inquietudes, en esta ocasión relacionadas específicamente sobre las modalidades de titulación que algunas instituciones de educación superior promueven entre sus estudiantes y egresados.
Se supone que una opción de titulación, en el marco de protocolos instituionales, le permiten al estudiante alcanzar el objetivo de legitimar su disciplina y campo profesional. En el caso de las licenciaturas, podemos hablar de tesis, tesinas, monografías, incluso reportes de experiencia profesional, memorias o prácticas profesionales. Pues bien, en el caso de la Universidad Veracruzana como en muchas otras instituciones, existen opciones de titulación como las aquí relacionadas, pero parece que en la práctica y debido a factores como el diseño curricular, la falta de articulación académica o trabajo docente, no se logra dimensionar la naturaleza de las pesquisas conceptuales, metodológicas, empíricas que caracterizan o vertebran una u otra modalidad.
Por eso no es de extrañar que haya quienes pidan al estudiante desarrollar no sólo los mismos puntos que pueden compartir los protocolos que dan pie a esas investigaciones, sino además el mismo nivel de profundidad a que obligan cada uno de ellos; aun sabiéndose que persiguen metas distintas, por lo tanto el proceso de sistematización de información documental, de posicionamientos disciplinario y reflexivo es distinto.
Así, se llega al examen profesional para enfrentarse a jurado que quiere encontrar en una monografía un ejercicio conceptual y reflexivo igual que en una tesis o tesina; siendo que son productos distintos. Por supuesto que la ausencia de debate, de discusión, de reflexión y gestión académica alrededor de estas modalidades, coloca en una posición vulnerable el estudiante, quien después de una travesía por mares tormentosos ante la ausencia de una directirz adecuada, tiene que angustiarse frente a los deslices teóricos metodológicos que caracterizan estos papelones docentes.
A esto se suma cierto lugar común relacionado con pensar que si un tema “ya se ha investigado antes en la facultad”, no tiene sentido que alguien vuelve a preocuparse por indagar en ello, como si los matices, los ángulos tanto como el vértigo en la producción de conocimientos que vivimos hoy día, no coloque en el horizonte de lo razonable, seguir sistematizando información sobre un tema que, si ocupa interés en el imaginario de los jóvenes tras aquellos que ya lo han indagado, es de suyo importantre, pues sigue alimentando y enriqueciendo el espacio conceptual que caracteriza a los campos de conocimientos. A esta circunstancia, se suma la perspectiva desde dónde el estudiante puede construir su relato. No debemos olvidar que los propios investigadores y teóricos que admiramos, cultivan líneas de investigación, donde una y otra vez vuelven sobre los mismos temas.
Después de todo, valdría la pena ganar en la mesura, lo razonable y académico como para entender que una monografía es la oportunidad para que el jóven tenga la única oportunidad en la que podrá reflexionar sobre el ángulo de un objeto de conocimiento que alimenta su campo disciplinario, pues lo más probable es que en su vida lo vuelve a hacer, en virtud de que un trabajo monográfico esta relacionado con la revisión puntual y ordenada de aquella literatura que da cuenta del tema de interés, por lo tanto podrá esta el joven en los umbrales de conocer mejor algo que le inquieta. Esta dada la apuesta, lo que sigue es que el profesor que lo acompa, haga su tarea. 

jueves, 20 de septiembre de 2012

De distinciones posibles en trabajos recepcionales




Un trabajo recepcional puede llegar a representar la síntesis del conocimiento disciplinario que posee un estudiante o egresado de un programa de formación académica, donde igual se puede revelar una suerte de aventura o vía crucis, dependiendo de los saberes y habilidades que el interesado haya logrado desarrollar en sus años de formación universitaria.
En este contexto, corresponde al profesorado en su conjunto, pero sobre todo a quienes impartimos experiencias educativas o materias relacionadas con la metodología, favorecer un aprendizaje en torno a tópicos que suelen ser áridos si reconocemos la distancia que suelen tomar los estudiantes frente a su educación con relación a los métodos de investigación, en el caso particular, de las Ciencias Sociales.
Dicho esto, la enseñanza o la didáctica de la investigación, debe abonar en el entendimiento y distinción de los criterios que definen en su estructura como en su contenido, los elementos y el tipo de información que debe contener un trabajo recepcional en cualquier de sus modalidad. Esto es, tesis, tesinas, monografías, reportes de experiencia profesional o memorias profesionales, tienen su propia naturaleza por ende un circunstancial tipo de abordaje que debe tener presente o claro quien imparte una asignatura cuya evidencia de aprendizaje es la elaboración de un protocolo o proyecto de investigación hasta el trabajo recepcional final.
Al respecto, es oportuno recordar que la enseñanza debe situarse, por lo tanto, la generación de un espacio de aprendizaje debe pasar por reconocer el contexto como la etapa de formación por la que pasan los estudiantes; para ello, no basta con atender lo que dicen los manuales de metodología, sino dimensionar lo que representa un trabajo de esta naturaleza, desde aquello relacionado al propio proceso de gestación de un proyecto o protocolo de investigación, como la madurez en la construcción de un objeto de estudio que se va ganando conforme se dialoga con el problema o fenómeno de investigación desde un espacio conceptual disciplinario, junto aquel otro espacio producto de la vivencia empírica que se va adquiriendo en el diálogo constante con la realidad problematizada.
Por ello, desde hace algunos años he venido diciendo en mis clases que en un protocolo no se puede pedir en “automático” un marco teórico, cuando se está en la etapa de definición de un protocolo; mucho menos cuando se trata de un estudiante de licenciatura que está a la mitad de su formación disciplinaria, pues considero no es pertinente en virtud del estado de conocimiento que ampara al estudiante. Lo que creo razonable y oportuno, es solicitar un ejercicio que permita ganar en la claridad y dominio conceptual al joven, quien por supuesto se debe dar a la tarea de revisar en la literatura especializada aquello que le permita elaborar un entramado conceptual para sentar las bases del aparato crítico desde el cual observará el problema o el tema a investigar.
Otro aspecto que me parece oportuno comentar antes de terminar estas breves reflexiones, es que se debe evitar caer en el error de hacer “tabla raza” de los criterios que deben integrar un protocolo de investigación, especialmente al solicitar al estudiante defina un elemento que estructura y es constituyente de un trabajo con una orientación metodológica particular como es la “Hipótesis”, pues sabido es que este es un recurso válido para los trabajos de corte cuantitativo, por lo tanto si un estudiante tiene como inquietud realizar una investigación desde lo fenomenológico, es poco razonable obligarle o solicitar se plantee una respuesta tentativa, pues no podemos olvidar que la concepción de la realidad, la manera de procurar el conocer, así como el papel que juega la teoría en el trabajo cualitativo, hay una gran diferencia frente al método positivista.
En fin, hay muchas más cosas que deben contribuir a encontrar la distinción entre las etapas como la naturaleza de los trabajos recepcionales, en la siguiente entrega buscaremos  aportar más a la reflexión.