jueves, 22 de julio de 2010

La fortuna de una decisión académica

Genaro Aguirre Aguilar

Que sea para Gustavo de Hoyos

Como decía en una entrega anterior, el diálogo es central en el trabajo que realizamos quienes nos dedicamos a la academia. No obstante también decía que nada tan distante como una cultura con propiedades dialógicas para comprender no sólo la pertinencia sino la necesidad de entender la dimensión ecológica, holística, generosa y responsable que supone construir una experiencia de trabajo colaborativo en donde la puesta en común de ideas, voluntades y responsabilidades, suponga un proceso rico por los matices y las texturas con que la experiencia de comunidad se construye.

Tras una experiencia de trabajo académico como el construido en el Grupo Comunicación y Estudios Emergentes (Cyesem), vino la ocasión de cerrar un capítulo tras la coyuntura que supuso la conclusión de una investigación interinstitucional en red cuya cereza esperamos sea la publicación de una obra colectiva editada por el grupo que coordinara la investigación.

Tras una valoración que hiciéramos, el paso siguiente fue decidir sobre la viabilidad para constituirnos en Cuerpo Académico. Sin embargo lo construido en lo colectivo como en lo individual, no daba para ello, aun con la definición de una ruta crítica que posibilitaba para este 2010 alcanzar algunos indicadores que nos colocaran -por lo menos- en los umbrales de esa constitución que hoy exige la Universidad Veracruzana, PROMEP y muchos otros organismos.

Si bien quienes colaboramos en esta primera etapa de Cyesem estamos lejos de pensar que vivimos una experiencia infructífera, pues así como hay quienes están cursando estudios de posgrado decantados en ese proceso, hay otros que seguimos andando caminos, enriqueciendo las miradas al establecer vínculos de colaboración con otros colegas, con otros organismos o instituciones educativas; en fin, agendando y redefiniendo itinerarios académicos para tratar de reinventar los caminos que hasta ahora hemos recorrido.

Es en esta tesitura que tras casi tres años de colaboración en la maestría de Didácticas de las Ciencias Sociales de la Facultad de Pedagogía en la región Veracruz, como docente, asesor y miembro del Comité Técnico de este programa de posgrado, se nos invitó a ser parte del equipo técnico en el diseño del Doctorado en Sistemas y ambientes educativos a distancia.

La experiencia como hemos tenido ocasión de comentar con algunos colegas, sin duda ha sido excelente, pues ha permitido descentrar mi experiencia disciplinaria hacia otros territorios en los que el aprendizaje ha vuelto a darse con generosidad, especialmente por la forma en que este proyecto institucional le ha dado valor al trabajo de colaboración responsable, equitativo e incluyente. En este momento estamos en la etapa previa de una autoevaluación para ver si el programa de maestría sigue formando parte de Programa Nacional de Posgrados de Calidad del CONACyT, además de haber terminado la propuesta preliminar del doctorado interinstitucional en el que también participan la UNAM, la U de G, el Politécnico Nacional y la BUAP.

La decisión de incorporarnos a este proyecto por supuesto no fue sido fácil, era desprenderse de una serie de referentes que han definido la identidad, las lógicas, la cultura docente en la que hemos madurado; así como desmarcarse de los imaginarios o desmontar parte de las representaciones que han revestido nuestra labor académica en los últimos años. Es decir, salir de una zona de confort para recorrer otros caminos y reconocer sigue habiendo mucho por andar, donde no sólo puedan seguir estando los mismos viandantes, sino andar junto a los pasos de otros colegas que han llegado hasta ahora con un cúmulo se deseos y anhelos como los que seguimos teniendo.

Es en esta tesitura que he dado el siguiente paso: ser miembro de un Cuerpo Académico del posgrado, al que hemos llamado Entornos Innovadores de Aprendizaje, del cual se desprenden tres líneas de investigación: 1) Tecnología educativa, 2) Didáctica y curriculum y 3) Gestión y mediación educativa, siendo esta última la que a nosotros nos corresponde cultivar.

Una vez más –parece-, la decisión ha sido afortunada, pues tal parece que el conjunto de proyectos en los que ahora colaboramos, los institucionales como los de vinculación con otros organismos y dependencias ajenas a la Universidad Veracruzana van dando los frutos.

Creo que de esto también se trata la vida en estos tiempos de incertidumbre líquida, en los que un ejercicio académico para una sociedad de la información, parece primordial entender los nuevos escenarios, donde el trabajo comprometido, la cultura de la organización y el establecimiento de redes de colaboración vienen dialogando más allá de su mismidad disciplinaria. Es decir, un diálogo de saberes, emociones y utopías posibles que pueden llegar a ser de una experiencia, una ecología con cualidades para reinventar la propia vida.